Un viaje hacia
el conocimiento también es un viaje al pasado.
Por Sergio Vergara
Las Road Movies, literalmente películas de ruta,
tienen su origen ligado a nuestro pasado, citando a Wim Wenders (Paris, Texas
1989): “en nuestras raíces nómadas y en la necesidad primordial de la humanidad
de dejar un relato de su paso por la tierra”. Es decir, el relato de la vida en
movimiento a través de las pinturas en cuevas que ilustraban “narraciones de
ruta”. Otros como Jordi Ballo y Xavier Perez en su libro “La semilla inmortal”
exponen sus orígenes como fruto de un legado que va desde los inicios del
relato de aventura con Jasón y los argonautas, de forma similar a Walter Salles
(Diarios de motocicleta 2004) que ubica sus comienzos en La Odisea de Homero.
El
viaje, como equivalente a desplazamiento en tiempo y espacio, con una
motivación de por medio, es una de las temáticas más recurrentes del relato
cinematográfico e, independiente de cual sea su verdadero origen, podemos
encontrar estructuras argumentales cuya repetición y adaptación a lo largo de
la historia nos entregan los parámetros necesarios para definir al género.
Ya
desde Jasón y los argonautas podemos identificar uno de los principales
“motivos” del viaje, cuando Jasón se compromete a regresar a la ciudad de Yolco
con el vellocino de oro. La búsqueda de un objeto en algún territorio exótico,
como describe el mitógrafo Joseph Campbell (“El héroe de las mil caras”, 1949),
es un patrón narrativo que se ha encontrado en las historias de todas las
culturas. En su libro, Campbell describe las fases de la búsqueda del héroe
como un ciclo en donde primero se abandona, se es atraído, arrastrado o se
avanza voluntariamente lejos del hogar, internándose en un mundo lleno de
amenazas y pruebas en un trayecto largo y arriesgado.
De
esta forma el objeto buscado funcionará como la excusa del guionista para
generar la progresión dramática ligada al sinnúmero de escenas que componen el
relato. Tal como describe Alfred Hitchcock en su teoría del McGuffin, definiéndolo
como un pretexto argumental que motiva a los personajes y al desarrollo de una
historia, y que en realidad carece de relevancia por sí misma.
La
búsqueda de identidad a través del viaje es, en si, la transformación de este
objeto buscado en un objetivo trascendental, obteniendo las características de
un viaje iniciático que genera una experiencia decisiva de mano de una
“purificación catártica”, es decir, una transformación interior provocada por
una experiencia vital profunda. El vellocino de Jasón en
realidad tiene una naturaleza purificadora ya que es portador de paz y
prosperidad, y puede curar milagrosamente una herida mortal; por lo tanto el
héroe del viaje debe convertirse en un hombre que está preparado para entender
la dimensión espiritual de su búsqueda o, de otra forma, no podrá identificar
el verdadero beneficio de su consecución.
La
Odisea, a diferencia del leitmotiv de
las películas de aventura que suelen centrarse en el viaje de ida, terminando
con la consecución o no consecución del objeto buscado, se centra en el retorno
al hogar. Sin embargo, su carácter episódico, donde el regreso está configurado
por una serie de sucesos y conflictos secundarios (episodios), fundará la
esencia estructural de las películas de ruta.
Todas
las historias pueden agruparse esencialmente en dos definiciones. Sucesorias,
donde encontramos un conflicto de la comunidad ya asentada, con visitantes ya sean
benefactores o malignos, con sus mártires y héroes, o el esplendor y la
decadencia; todas ellas centradas en “el carácter” o conjunto de rasgos que
emanan desde el interior de los personajes. Las episódicas, en cambio, se
centran en múltiplos problemas que no tienen una inmediata relación entre si y
que podrían alargarse eternamente, siendo una característica fundamental del
héroe su “temple” o capacidad para mantener su objetivo. Las road movies se
sitúan en el segundo grupo.
Jordi
Ballo y Xavier Perez en su libro “La semilla inmortal” explican que las tensiones más poderosas que subyasen en la odisea son
las que se ejercen entre hogar y viaje o memoria y olvido, porque “el motivo más universal que desprende del
sinuoso trayecto de Ulises desde Troya hasta Ítaca es el de la recuperación de
la identidad fragmentada o, en otras palabras, el de la reconstrucción del ser
a través de la memoria”. Es aquí
donde encontramos al héroe clásico de las road movies, el cual siente que debe
llegar a un destino pero que vive el placer melancólico del viaje (Paris,
Texas). El viaje hacia el conocimiento, como ya hemos dicho, es también un viaje
al pasado. Todos los aventureros han experimentado en algún momento de
sus viajes la pérdida parcial o total de su identidad, tratando la temática del
“hombre total” que expone el carácter incompleto del ser humano. Así obtenemos
a un Travis Henderson (Paris, Texas) condenado a la insatisfacción, a unos
Billy y Wyatt (Easy Rider, 1969) dispuestos a experimentar y aprender de unos y
otros, o a un Alexander Supertramp (Into the Wild 2007) en busca de una verdad
que lo defina y lo lleve de vuelta hacia sus raíces.
“Into the Wild”/”Hacia rutas salvajes”
Sean
Penn (2007).
Film del actor y director Sean Penn que recrea una historia real, escrito
por el propio Penn y basado en el libro de Jon Krakauer.
Argumentalmente la película puede
relacionarse con el viaje de Jasón pero adquiere una forma diferente, donde el
largo itinerario es en realidad expiatorio e iniciático y con un tesoro (objeto
de la búsqueda del héroe) que se ha convertido en uno estrictamente utópico;
siendo su destino “Alaska” un símbolo de una nueva identidad, y el viaje en si,
“la batalla culminante para matar al falso ser interno y salir victoriosos
hacia la revolución espiritual”: como dice el propio Alexander Supertramp en
una línea de la película.
Nuestro héroe necesita nacer de
nuevo, en un recorrido donde no solo importa la parte central de la trama que
es “el viaje accidentado” con los diferentes aliados del camino y su necesidad
de movimiento, sino que estructuralmente se organiza en tres tiempos y lugares
diferentes. La película inicia con Alaska; Alex ha llegado a su “tierra
prometida” donde se abre una de las temáticas comunes a los viajeros (de mano
del mito bíblico): el destino idealizado no responde a las expectativas. Paralelamente se van desarrollando los diferentes
episodios de su trayecto, llevando las características episódicas del relato “Odiseico”
a una representación literal donde Alexander divide su itinerario
simbólicamente en cinco capítulos: Su nacimiento, su adolescencia, la madurez,
la familia y la obtención de sabiduría. El trayecto, repleto de personajes que
aportan a su crecimiento se funde con su propio código de pensamiento: “el centro del espíritu
del hombre proviene de nuevas experiencias” y el “medirse a si mismo,
encontrándose en las condiciones más primitivas”. Y por último encontramos un tercer tiempo a través del dolor que sufren sus padres al no tener noticias
de Alexander, acompañados de la voz en off de su hermana quién es, al mismo
tiempo, una cómplice lejana de la decisión de Alex, representando la tención entre
hogar y viaje o memoria y olvido, que debe superar el protagonista si quiere
lograr la revolución espiritual.
Alexander
Supertramp es una escapista de la falsedad y la hipocrecía que gobierna la
sociedad que lo rodea, repleta de superficialidades y materialismos. Culpa a
sus padres y escapa de ellos ya que reflejan todo lo que odia. Sin embargo, ya
en su asentamiento en Alaska, sin poder “recuperar
su identidad a través de la memoria” o “reconquistar su hogar”, como sucede en
la Odisea, debido a que ha quedado literalmente “atrapado en naturaleza” condenado
a ser ignorado por las criaturas salvajes que lo acechan, descubre la patética
inutilidad de su empresa, junto a una revelación traumática y terrible: el
culpable que ha buscada por la acción más detestable no son sus padres, sino él
mismo, ya que “La felicidad solo
es real cuando es compartida” demostrando además que el viaje
hacia el conocimiento, que es también un viaje hacia el pasado, puede ser de instrospección.
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