RUBY SPARKS






Ruby, la Chica de mis Sueños 
(Ruby Sparks)

El amor perfecto es imposible hasta en la imaginación.
Por Sergio Vergara.




Una película de los directores de Little Miss Sunshine, Jonathan Dayton y Valerie Faris, pero sin tener ni una pisca de ella.
            Paul Dano encarna el personaje de Calvin, un joven escritor que tuvo un gran éxito con su primera novela a los 19 años, pero que actualmente sufre de bloqueo y vive lamentando su disfuncionalidad social. Gracias a un consejo de su psiquiatra, Calvin escribe acerca de Ruby, una joven pelirroja que aparece continuamente en sus sueños y termina enamorándose de su creación, como sucede en el mito de Frankenstein, hasta que el personaje realmente cobra vida materializándose frente a él, haciendo que el relato adquiera el carácter de fantástico a partir de una comedia romántica.
            Los primeros veinticinco minutos de la película transcurren de forma bastante lenta y sin mucha gracia, con prácticamente el único fin de contemplar la vida disfuncional de Calvin y, al parecer, sin ninguna intención de hacer avanzar la historia. Sin embargo, la cómica actuación de Elliott Gould que interpreta al psiquiatra de Calvin, en conjunto con una creativa forma de mostrar lo que serían flashbacks incorporados en la escena (efectos especiales), se logra levantar el primer acto.
            Aunque “Ruby Sparks” aparenta ser una película dirigida a un publico joven-alternativo, cae en las secuencias características de la comedia romántica “popera” donde los protagonistas suelen recibir consejos del amigo “exitoso” sobre sexo, en sitios como gimnasios y exposiciones “artísticas”, o la aparición de la familia hippie que contrasta con el protagonista. Además, bajo una multiplicidad de decorados que evocan la “intelectualidad” del personaje y un señuelo que sugiere que se tratará el ámbito de la escritura, en realidad se esconde el típico fetiche superficial e inmaduro que considera la creación literaria como un proceso extremadamente fácil, breve y basado mucho más en la inspiración que en el trabajo duro; lo que probablemente hará revolcarse a varios escritores.
            Una vez que comprendemos que sus verdaderos “lectores” son aquellos que buscan entretención más que profundidad, la película gana bastante, entregándonos una simpática mirada a lo que son las relaciones amorosas; con temas como la idealización de la pareja y la necesidad de cambiar “al otro” según nuestros intereses en vez de aceptarlo tal cual es. Es interesante ver como a partir del momento en que Ruby cobra vida también lo hace el relato, dando un gran giro  hacia un producto chispeante, divertido y lleno de colores. La actuación de Zoe Kazan que intenta interpretar a la mujer perfecta es en realidad notable ya que a pesar de ser un personaje muy de moda que se aproxima bastante a Summer de “500 Days of Summer”; la chica alternativa, independiente, llena de vida y sin miedo a enfrentar lo que sea, pero al mismo tiempo repleta de pequeños errores que la hacen “una mujer real”; Ruby se vuelve única, en una ejecución más potente, orgánica y multifacética que la efectuada por Zooey Deschanel.
            La película logra traer el mundo de la fantasía a la realidad de forma natural, haciéndonos creer que esta chica, con su particular inocencia, realmente viene de otro mundo; uno con el romanticismo propio de la literatura. Además Paul Dano es capaz de interpretar de forma eficaz la desesperación de creer que se ha vuelto loco, utilizando todo su cuerpo, proyectando brazos y piernas, corriendo por la ciudad, o en cambio deteniéndose a utilizar simplemente el gesto en los encuadres más cerrados.
            Una de las críticas más repetitivas que se le han hecho a “Ruby Sparks” es la de ser una especie de copia deficiente de la película “Más extraño que la ficción” (Marc Foster, 2006) que si bien toca el tema de la literatura volviéndose realidad, y ambas pertenecen al género de comedia romántica, la verdad es que no tienen mucho que ver la una con otra, ni en cuanto a progresión, personajes, objetivos o tono, resultando su comparación algo así como decir que Star Wars y Star Trek son parecidas.
            Ruby Sparks logra entregar muchos momentos cómicos y una que otra reflexión sobre la condición humana en términos de la manipulación, la independencia y el libre albedrío bajo la metáfora, fácilmente descifrable, de jugar a ser dios. Calvin se verá enfrentado a la decisión de si debe aprovechar su condición de creador para manejar a su antojo la personalidad de Ruby y cumplir de ésta forma sus fantasías y caprichos (y el de todos los hombres), hacer de su relación amorosa una relación “perfecta” o aceptarla tal cual es con todos sus defectos incluidos, ya que ni siquiera en su imaginación el protagonista a podido diseñar a la mujer que cumpla con todas sus “necesidades”. La decisión es absolutamente predecible, y resulta imposible cuestionarse si Calvin en realidad combatirá esta tentación, haciendo que desde que el problema se plantea, en adelante, la progresión dramática tome la forma de una cadena de causas y consecuencias completamente esperables hasta el último fotograma que da paso a los créditos. Finalmente nada nuevo.


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